Sebastián Leal, la sonrisa del arte

  • El XXIII Festival de Baile ha puesto de manifiesto su capacidad para trasladar en la enseñanza del baile su entusiasmo para compensar el esfuerzo que requiere esta disciplina


Galería  Festival de Sebastián Leal 2024

Sebastián Leal se divierte bailando. Y enseñando. No es únicamente la constatación de una obviedad. Es que, además, sólo así se entiende esa capacidad de contagiar su entusiasmo por todas las modalidades que imparte. A estas alturas de su trayectoria artística y profesional se le presupone una pasión innata por lo que hace y unas cualidades docentes contrastadas. Son las que le permiten, año tras año, rondar o superar el centenar de matrículas en la Escuela de Baile que dirige, reconvertida tras la pandemia en Centro de Calidad de Vida y Envejecimiento Activo. Pero tiene el valor añadido de que quienes muestran al público el aprendizaje adquirido en el curso académico lo hacen con una sonrisa. Es la rúbrica de que el esfuerzo cotidiano de esos meses ha valido la pena.

Se pudo ver sobre las renovadas tablas del Teatro al Aire Libre “Alcalde Pedro Flores” el pasado 22 de junio. El XXIII Festival de Baile de Sebastián Leal, que da paso a los Veranos Culturales de la Villa, fue un compendio de la amplia oferta que abarcan sus clases. Conducido por José Manuel Camacho y María del Carmen Jurado, pareja y colega del profesor, tuvo como preámbulo el lado más solidario de Leal. Como viene haciendo también desde la crisis sanitaria, destina un donativo a un colectivo social de Rute. En esta ocasión, ha tocado a Arapades. No es de extrañar que su presidenta, Natividad Leiva, agradeciera emocionada el cheque de 500 euros.

Tanto ella como el alcalde David Ruiz y la concejala de Cultura, Dolores Ortega, elogiaron las cualidades humanas del protagonista, que completan, en efecto, un perfil singular. A continuación, llegó el despliegue artístico de todo lo que comprende el “universo Leal”. Fueron un total de 24 coreografías. Casi todas estuvieron recreadas por su alumnado, aún con amplia mayoría femenina. No obstante, tampoco faltaron pinceladas de responsables de otras escuelas que vienen a Rute en esta noche, a la espera de que su compañero les devuelva la visita en un intercambio creativo.

En conjunto, el repertorio corroboró la evolución de la escuela y su salto en el último lustro. Como es lógico, el flamenco no ha perdido su lugar preferente como seña de identidad: las sevillanas, las alegrías o los tangos, aunque sean mestizos, se suceden con naturalidad. Sin embargo, está muy lejos de ser el festival monotemático que era en su origen. El primer género del que bebió Leal se nutre de otras fuentes como los bailes de salón, como la bachata o la salsa, o todo el juego que dan la zumba o el fitness. El resultado es un collage de estilos que, a su vez, convierten en único este espectáculo.

Junto a la vertiente artística y la solidaria, hay un tercer vértice reivindicativo en su puesta en escena. A través de sus coreografías, procura concienciar en torno al racismo, los prejuicios, la discriminación o, como en esta ocasión, la violencia de género. El último número, antes de los saludos y homenajes finales, fue un alegato contra esta lacra y en favor del empoderamiento y los derechos de las mujeres. Las chicas de uno de sus grupos se fueron desprendiendo de sus pelucas rubias de “Barbie”, liberándose así de estereotipos superficiales que encorsetan a la mujer en un rol impersonal.

“Las niñas ya no quieren ser princesas”, cantaba Sabina cuatro décadas atrás, anticipando la coda final del festival. Alguna, parafraseando a ABBA, es ahora toda una “reina del baile”, acompasada con el maestro al son del vals número 2 de Shostakovich, pero siempre por decisión y voluntad propias. No en vano, Leal insiste en que la asistencia a las clases no conlleva la obligación de subir luego al escenario. Hasta en eso es fiel a su filosofía de divertirse y disfrutar con el arte.

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