Festival de Ballet, el baile unido por el hilo del tiempo

      • Clásico o contemporáneo, el alumnado de Marina Moreno ha ofrecido una vez más un espectáculo que resume el aprendizaje de un año en la Escuela de Danza

Galería  XXVII Festival de Ballet

El tiempo, en toda su riqueza polisémica, ha marcado el XXVII Festival de Ballet. En su acepción meteorológica, la amenaza de lluvia de la víspera precedió a una noche del último sábado de junio fresca. Era el contraste con el caldeado ambiente que se respiraba en el Teatro al Aire Libre “Alcalde Pedro Flores”, una vez más sin un solo asiento vacío para otra de las citas con mayúsculas de los Veranos Culturales de la Villa. El tiempo es también lo que lamentan que haya pasado las presentadoras. Tal rol lo asumen antiguas alumnas que, al irse de Rute a la Universidad, han tenido que dejar la Escuela Municipal de Música y Danza. Antes, su director, Carlos Aguilera, la teniente de alcalde, Ana Cobos, y el propio alcalde, David Ruiz, defendieron el papel de la escuela para la formación de jóvenes y la difusión de la cultura en Rute. Como apuntó Aguilera, padres y madres dejan en manos del profesorado a quienes más quieren. Este espectáculo es una de las razones que justifican esa confianza.

Tanto el festival como las audiciones de la semana anterior no son más que una muestra de ese proceso de aprendizaje de los Talleres Culturales de Música y Danza en el que han participado ciento setenta jóvenes. La responsable del baile es Marina Moreno, el cisne que completó la metamorfosis de discípula a maestra. Como las grandes figuras, Marina habla sobre el escenario, y ni siquiera lo hace en primera persona, sino en boca de su alumnado, chicas en su gran mayoría, es decir, a través de las coreografías que ejecutaron, elevando la disciplina al rango de arte. Fueron 19 números, alternando el ballet clásico y el baile moderno, porque ambos comparten su condición de movimiento corporal acompasado en un tiempo (otra vez el tiempo) y un ritmo.

De darles paso se encargaron Carolina Garrido, Laura Porras y Laura Trujillo. A diferencia de lo que han hecho durante tantos años, no pisaron las tablas del teatro para bailar sino para presentar a quienes les han dado el relevo. Como señalaron, la vida las ha llevado a dejar la escuela y el baile, pero ni una ni el otro las dejarán a ellas. Sus palabras resultarían premonitorias sobre la rúbrica del festival. Como hay un hilo invisible que une a las personas con el tiempo, ellas están unidas al arte del baile.

En las del nivel de iniciación ven a las niñas que fueron, antes de quedar revestidas con el halo de la escuela. Es el “Halo” que Beyoncé “cantó” en el mismo sitio hace años, pero reinventado, porque el baile tiene entidad propia para hacer suya cualquier melodía. Con apenas una semana de diferencia, “Barbie girl” ha mostrado una cara reivindicativa y otra más hedonista o naif. Como las piezas más clásicas, éstas también acabarán venciendo la criba del tiempo.

Es ese tiempo de una sociedad vertiginosa que convierte a las personas en relojes andantes el que se trató de romper en la coreografía final, mezcla de niveles. “Time” fue el elocuente título de la composición de Hans Zimmer que sirvió de sustrato para la voz en off con un texto elaborado por las propias alumnas. A la vez que bailaban, hablaban del destino, del azar, del hilo rojo invisible e irrompible que las unirá para siempre por obra y gracia del baile. Si pudieran elegir su destino, elegirían lo que han hecho. Escogerían “seguir bailando”.

No es de extrañar que para el saludo final sonara “Sign of the times” (“El signo de los tiempos”), antes de que con “El merengue” de Marshmello y Manuel Turizo se rompieran definitivamente todas las cadenas y se liberara la alegría de bailar porque sí. Sólo entonces Marina Moreno asomó al escenario para corresponder el saludo. Sólo entonces la profesora se dejó ver para que el público reconociera la obra que se acababa de representar y su papel para coordinar a todo ese grupo humano que encabeza.

Quedaba la despedida, a las dos chicas que se van, Coral Porras y Ana María Aguilera, siguiendo el camino que hace un año emprendieron las presentadoras. Tal vez ellas dos vuelvan algún día a las tablas del teatro para dar paso a nuevas generaciones de chicas jóvenes y niñas que siguen su estela; o simplemente para recordar, en efecto, que han tenido que dejar el baile, pero el baile no las abandonará jamás.

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